Aquí un ejemplo típico de reclamos publicitarios que nunca deben hacerse. Esta vez, corresponde al Instituto de de formación profesional Eraiken (Vitoria-Gasteiz).
Para la nueva campaña de matriculación del curso 2016/17, la dirección del centro ha colocado un cartel que pretende ser bilingüe en castellano y euskera. La estética, que mezcla los dos idiomas en uno, borra su verdadero mensaje, y obtiene una forma estética totalmente chabacana. Vayamos por partes.
En primer lugar, si para un titular publicitario se utilizan dos lenguas, conviene que el mensaje funcione de igual manera en ambas Si para ello requerimos cambiar diferencias de matiz en sintaxis o incluso en la gramática, los cambios serán bien recibidos si son correctos. Lo que no es aceptable es lo que hacemos aquí: pensar los mensajes en español y traducirlos abruptamente al vasco. Si salen bien, será por la misma casualidad del asno de la fábula de Iriarte.
En este caso, el mensaje (nada creativo y totalmente informativo, dicho sea) dice lo que dice en la lengua cervantina, pero en la vasca dice "matricúlate" (matrikula zaitez). Podría ser que en realidad se entremezclaran dos mensajes en uno solo, traduciendo a otro idioma sólo una parte del reclamo, pero aquí no queda claro. El mensaje podría haber sido pensado como "La matrícula está abierta, ¡Matricúlate!", y traducido al euskera la segunda parte. En tal caso, ¿no sería mejor usar dos mensajes, que digan lo mismo y funcionen igual en ambos idiomas, de cara a poder utilizar uno u otro, también, en comunicaciones separadas?
Dicho lo cual, queda reparar a la estética. la K que se le ha puesto a la palabra castellana "Matrícula", para transformarla en la vasca "Matrikula", parece insinuar el efecto de tachado, con dos tipografías que lejos de complementarse, se pelean. Dos idiomas revueltos, con tipografías imposibles entre sí. Pero no sólo es la estética: es que convertir una palabra en otra que suena igual en otro idioma tiene sus riesgos. Así, la palabra en castellano "Matrícula" lleva una tilde en la i, que en el caso del euskera es imposible ("Matrikula"). Por tanto, se sacrifica por la estética la corrección del término clave del mensaje, invalidándola en ambos idiomas.
Conclusión: mejor es, antes que pretender construcciones estéticas complejas y poco eficaces, resolver el diseño del mensaje de manera correcta - si es en dos idiomas, con mayor razón - y después darle la forma idónea dependiendo de los gustos del público, y no de ideas que se creen brillantes. Ahora quedará medir la efectividad de este reclamo en número de matriculaciones. Pero eso es otro cantar.
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