Texto publicado en El Periódico de Catalunya (4-X-2019)
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Sin llegar a salir de mi asombro, y ya en mi casa, EH Bildu propone en el Parlamento vasco impedir que lo que la izquierda llama ‘trifachito’ dé mítines en Euskadi (y por extensión, supongo que en Navarra). Como si la tierra vasca fuera patrimonio exclusivo de ellos, del mismo modo que Espinosa supone que las Cortes son sobre todo para las derechas.
Para acabar, no terminamos de digerir el fin de ETA cuando la Fiscalía acusa a un grupo CDR de flirtear con el terrorismo, algo rápidamente utilizado por Ciutadans para cargar violentamente contra Torra y los independentistas, comparando Catalunya con la tierra vasca bajo el terror. La respuesta de estos últimos, con tanta altura como la de aquéllos: acusarlos de usar un supuesto caso de terrorismo como excusa para sus fines, pero después aprobar una declaración parlamentaria donde se incluye la desobediencia y la expulsión de la Guardia Civil del Principat. No se debe comparar el terrorismo con la causa patria, pero sí la españolidad con el Franquismo. Todo esto cuando a penas sabemos de qué sustancia estaban hechos los explosivos de los peligrosos terroristas, que la Justicia acaba de empezar a juzgar.
Ignoro por completo qué depara el futuro a la Democracia. Pero en vista del auge del extremismo en el mundo occidental, y de que a lo largo y ancho de España el totalitarismo vuelve a estar de moda (si es que estaba enterrado), algunos empezamos a pensar que esto ya no tiene remedio: que gane el que elimine a los demás. Yo por mi parte salgo del juego.
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Me sorprendió enormemente escuchar el último mensaje que el Sr. Espinosa de los Monteros, portavoz de Vox en el Congreso, lanzó a Aitor Esteban (PNV); disparó que su partido trabajaba por ilegalizar a los ‘jeltzales’, y por extensión a ERC, Junts pel Catalunya, Podemos y a todo lo que según Vox es “enemigo” de “la unidad de España” y de la Constitución, que casualmente hace legal a todos los anteriores. Jamás se había propuesto a una exclusión tal desde que el socialista Rodríguez Ibarra propusiera en el 2004 una ley para sacar a los nacionalistas de las cortes, amén de que el primero que ilegalizó al PNV fue Miguel Primo de Rivera.
Sin llegar a salir de mi asombro, y ya en mi casa, EH Bildu propone en el Parlamento vasco impedir que lo que la izquierda llama ‘trifachito’ dé mítines en Euskadi (y por extensión, supongo que en Navarra). Como si la tierra vasca fuera patrimonio exclusivo de ellos, del mismo modo que Espinosa supone que las Cortes son sobre todo para las derechas.
Para acabar, no terminamos de digerir el fin de ETA cuando la Fiscalía acusa a un grupo CDR de flirtear con el terrorismo, algo rápidamente utilizado por Ciutadans para cargar violentamente contra Torra y los independentistas, comparando Catalunya con la tierra vasca bajo el terror. La respuesta de estos últimos, con tanta altura como la de aquéllos: acusarlos de usar un supuesto caso de terrorismo como excusa para sus fines, pero después aprobar una declaración parlamentaria donde se incluye la desobediencia y la expulsión de la Guardia Civil del Principat. No se debe comparar el terrorismo con la causa patria, pero sí la españolidad con el Franquismo. Todo esto cuando a penas sabemos de qué sustancia estaban hechos los explosivos de los peligrosos terroristas, que la Justicia acaba de empezar a juzgar.
Ignoro por completo qué depara el futuro a la Democracia. Pero en vista del auge del extremismo en el mundo occidental, y de que a lo largo y ancho de España el totalitarismo vuelve a estar de moda (si es que estaba enterrado), algunos empezamos a pensar que esto ya no tiene remedio: que gane el que elimine a los demás. Yo por mi parte salgo del juego.
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