Las críticas de la opinión pública a la Asamblea de Extremadura por aprobar, el pasado 17 de enero de 2019, la propuesta del PP regional de la aplicación del artículo 155 en Cataluña, con los votos del PSOE y Ciudadanos de dicha autonomía, dejan en el tintero algunos matices que merece la pena traer a estas líneas. Desde el punto de vista meramente técnico estaríamos, como ya ha expresado la presidenta del Govern Elsa Artadi, ante “una intromisión” de los asuntos una comunidad en otra; pero la actualidad muestra detalles más relevantes desde el punto de vista de la comunicación política.
Sin un método excesivamente ortodoxo, y analizando nada más que los discursos que se han ido vertiendo sobre la territorialidad en los últimos años, amén de la hecatombe de las elecciones andaluzas, puede comenzarse este análisis desde las últimas declaraciones de la candidata popular a alcaldesa de Bilbao, Raquel González, en la convención nacional del PP: “El viento sur que viene de Andalucía llenará las urnas de cambio”. Y es que si en algún lugar pueden producirse esos cambios no es precisamente en Euskadi, pero sí en el Sur, siendo Extremadura otra autonomía susceptible de perder a su gobierno socialista en las municipales de mayo. El PSOE extremeño, ya derrotado por el PP de Monago en el 2011, debe afianzar muy bien su perfil constitucionalista si desea seguir gobernando esta comunidad, en tanto que la estrategia seguida por Susana Díaz de centrarse solo en temas regionales no les dio el resultado deseado en la región vecina, idéntica en tendencia de voto.
Mientras tanto, el presidente Pedro Sánchez se sostiene torpemente sobre el voto aún indeciso de los secesionistas catalanes, a quienes pide la aprobación de los PGE, y solo ha mentado el 155 –que curiosamente aprobó durante la primera intervención de la autonomía catalana– para alertar de su aplicación en Andalucía si a causa de las políticas antifeministas de Vox “las mujeres pierden derechos”. Era pues necesario, por parte del PSOE, una cortina de humo, aunque por ahora el presidente extremeño Fernández Vara ha matizando en Twitter que la intervención en Cataluña se realizaría “si fuese necesario”, dejando así la puerta abierta a que el jefe del gobierno siga negociando con el president Torra, quien espera un aumento de inversiones en el Principado por parte de Sánchez. A Dios rogando, y con el mazo dando.
Por otra parte, no hay que olvidar que la propuesta votada en Extremadura ha venido de manos del PP, previa a una convención nacional del 18 de enero, justo un día después, donde el partido azul ha dejado claro y sin matices un giro a la derecha aznariana, a fin de recuperar los votos de Vox y de Ciudadanos. El mismo efecto de apelar a la unidad de España con cierto toque anti-catalán, como ya hicieran en las elecciones anteriores, podría darles el rédito también en la patria de Hernán Cortés, discurso que por otra parte aupó en Andalucía a los de Rivera hasta doblar su número de escaños. No se olviden tampoco las declaraciones de la ex-presidenta andaluza, quien declaró tras las elecciones que la culpa de su debacle la tuvo Cataluña.
Para acabar, hay que tener en cuenta el efecto beneficioso de la votación del día 17 también para el independentismo, que a pesar de tener un procés paralizado, no deja de apretar a Sánchez a cambio de propuestas políticas de las que aún no se sabe nada claro, lo que denota un cierto sincretismo que hace jugar a Torra con ventaja sobre el líder socialista. Todo ataque a la autonomía catalana alimenta el discurso del “Espanya ens roba”, y ayuda a mantener el pulso victimista de cara a unas elecciones en las que el secesionismo podría ganar de nuevo y desplazar a Ciudadanos, quien ya no piensa tanto en las elecciones catalanas como en las generales. Ello no ha sido evidentemente pretendido por el constitucionalismo, pero sí mantiene una tensión mediática necesaria para centrar a la ciudadanía en torno a un debate del que todos se benefician, también a escala vasca, donde el PNV pretende un trozo mayor del pastel de los PGE y podría seguir un discurso de la misma cuerda que el del president.
A modo de conclusión, no cabe duda de que la comentada votación sobre un tema que poco tiene que ver con Extremadura hace pensar en un nerviosismo generalizado de los grandes partidos nacionales, en guardia por los de Abascal, que se enzarzan en una guerra constante por mantener sus focos de poder, mientras los nacionalismos toman el guante con gran habilidad, estando la izquierda morada fuera de juego. Situación totalmente contraria a lo que el PP dijo llevar a la Asamblea de Extremadura, donde curiosamente se apelaba al “espíritu de la Transición”, ese fantasma a quien solo se resucita para recordar ciertos aspectos de la Constitución y no otros, tanto o más importantes, como lo son el nacimiento de las propias autonomías, el retorno de Tarradellas del exilio, la devolución de los derechos sociales y sobre todo, la integración de las diferencias políticas por y para el bien común, y jamás para el enfrentamiento de una parte del Estado contra otra. Algo que también hubiera merecido la pena votar el día 17.
Sin un método excesivamente ortodoxo, y analizando nada más que los discursos que se han ido vertiendo sobre la territorialidad en los últimos años, amén de la hecatombe de las elecciones andaluzas, puede comenzarse este análisis desde las últimas declaraciones de la candidata popular a alcaldesa de Bilbao, Raquel González, en la convención nacional del PP: “El viento sur que viene de Andalucía llenará las urnas de cambio”. Y es que si en algún lugar pueden producirse esos cambios no es precisamente en Euskadi, pero sí en el Sur, siendo Extremadura otra autonomía susceptible de perder a su gobierno socialista en las municipales de mayo. El PSOE extremeño, ya derrotado por el PP de Monago en el 2011, debe afianzar muy bien su perfil constitucionalista si desea seguir gobernando esta comunidad, en tanto que la estrategia seguida por Susana Díaz de centrarse solo en temas regionales no les dio el resultado deseado en la región vecina, idéntica en tendencia de voto.
Mientras tanto, el presidente Pedro Sánchez se sostiene torpemente sobre el voto aún indeciso de los secesionistas catalanes, a quienes pide la aprobación de los PGE, y solo ha mentado el 155 –que curiosamente aprobó durante la primera intervención de la autonomía catalana– para alertar de su aplicación en Andalucía si a causa de las políticas antifeministas de Vox “las mujeres pierden derechos”. Era pues necesario, por parte del PSOE, una cortina de humo, aunque por ahora el presidente extremeño Fernández Vara ha matizando en Twitter que la intervención en Cataluña se realizaría “si fuese necesario”, dejando así la puerta abierta a que el jefe del gobierno siga negociando con el president Torra, quien espera un aumento de inversiones en el Principado por parte de Sánchez. A Dios rogando, y con el mazo dando.
Por otra parte, no hay que olvidar que la propuesta votada en Extremadura ha venido de manos del PP, previa a una convención nacional del 18 de enero, justo un día después, donde el partido azul ha dejado claro y sin matices un giro a la derecha aznariana, a fin de recuperar los votos de Vox y de Ciudadanos. El mismo efecto de apelar a la unidad de España con cierto toque anti-catalán, como ya hicieran en las elecciones anteriores, podría darles el rédito también en la patria de Hernán Cortés, discurso que por otra parte aupó en Andalucía a los de Rivera hasta doblar su número de escaños. No se olviden tampoco las declaraciones de la ex-presidenta andaluza, quien declaró tras las elecciones que la culpa de su debacle la tuvo Cataluña.
Para acabar, hay que tener en cuenta el efecto beneficioso de la votación del día 17 también para el independentismo, que a pesar de tener un procés paralizado, no deja de apretar a Sánchez a cambio de propuestas políticas de las que aún no se sabe nada claro, lo que denota un cierto sincretismo que hace jugar a Torra con ventaja sobre el líder socialista. Todo ataque a la autonomía catalana alimenta el discurso del “Espanya ens roba”, y ayuda a mantener el pulso victimista de cara a unas elecciones en las que el secesionismo podría ganar de nuevo y desplazar a Ciudadanos, quien ya no piensa tanto en las elecciones catalanas como en las generales. Ello no ha sido evidentemente pretendido por el constitucionalismo, pero sí mantiene una tensión mediática necesaria para centrar a la ciudadanía en torno a un debate del que todos se benefician, también a escala vasca, donde el PNV pretende un trozo mayor del pastel de los PGE y podría seguir un discurso de la misma cuerda que el del president.
A modo de conclusión, no cabe duda de que la comentada votación sobre un tema que poco tiene que ver con Extremadura hace pensar en un nerviosismo generalizado de los grandes partidos nacionales, en guardia por los de Abascal, que se enzarzan en una guerra constante por mantener sus focos de poder, mientras los nacionalismos toman el guante con gran habilidad, estando la izquierda morada fuera de juego. Situación totalmente contraria a lo que el PP dijo llevar a la Asamblea de Extremadura, donde curiosamente se apelaba al “espíritu de la Transición”, ese fantasma a quien solo se resucita para recordar ciertos aspectos de la Constitución y no otros, tanto o más importantes, como lo son el nacimiento de las propias autonomías, el retorno de Tarradellas del exilio, la devolución de los derechos sociales y sobre todo, la integración de las diferencias políticas por y para el bien común, y jamás para el enfrentamiento de una parte del Estado contra otra. Algo que también hubiera merecido la pena votar el día 17.
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