Los ‘montapollos’

Texto publicado en Noticias de Navarra (15-VII-2019)
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La opinión pública española, o al menos la más afín al colectivo LGTB, ha decidido bautizar a Inés Arrimadas con el sobrenombre de “la montapollos” al hilo del Día del Orgullo en Madrid. Parece que esa misma opinión se ha percatado ya de la técnica preferida de comunicación de masas del partido naranja y sus caras visibles: exponerse a que les partan estas últimas, para después desprestigiar a todo un colectivo tildándolo de violento. Esta manera de comunicar es tan antigua como inmoral: se provoca un happening hurgando una herida, y cuando el dañado reacciona, se le señala agresivo, mordaz, inadaptado. En definitiva: “un indeseable a quien hay que parar”.

Esta manera de crear enemigos es totalmente política, muy en sintonía con aquella frase de Groucho Marx : “la política es el arte de buscar problemas, encontrarlos, hacer un diagnóstico falso y aplicar los remedios equivocados”. Llama la atención que de pronto España entera despierte a la maestría de Ciudadanos para hacer uso de aquel principio, y no se entiende que cuando han provocado en Cataluña, Euskadi o Navarra, no haya habido una mayor reacción a nivel estatal. Bastan pocos ejemplos: visitar la casa de Puigdemont en Waterloo para organizarle un escrache; visitar el pueblo natal de Ternera para acusar de etarras a sus conciudadanos;visitar Altsasu después del encarcelamiento de los ocho jóvenes para tildar de terroristas a sus familias (esta última junto con otras derechas que hoy son Navarra Suma), o visitar el Parlamento de Nafarroa para insultar in situ a los socialistas por la composición de la Mesa. En ninguno de ellos hubo ni siquiera un calvo para los naranjas, por lo que tuvieron que decir que, como muy poco, les miraron mal. No sea que medios afines se quedasen sin noticia.

Tal vez el mayor error del las y los orgullosos de Madrid haya sido señalar a Arrimadas o pedir que se largara, pues era lo que quería. Un simple dar la espalda, como se hizo en Alsasua o Miraballes, la hubiera dejado en evidencia. Y otro error, eso sí, no manifestarse mucho antes contra esos actos de su partido, lo que vuelve a dejar claro que lo que no sucede en la capital o aledaños no interesa tanto a la opinión pública española, y que por ende, las periferias volvemos a quedarnos fuera. Muy parecido al caso de Abascal, que cuando era parlamentario popular decía en Vitoria-Gasteiz las mismas barbaridades que suelta ahora en Madrid y Bruselas, sin que ello supusiera ninguna reacción particular en España, como sí ahora que lo tienen en casa.

Debo, pues, felicitar a esa opinión pública que vislumbra a los montapollos cuando los tiene en su gallinero, sugiriendo también que agudice el ojo cuando el raposo está en corral vecino. No sea que a fuerza de no mirarnos, perdamos todas las gallinas.
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