Carta al director publicada en Diario de Navarra (26.IV.2019)
Leer en medio original
Al hilo del rifi-rafe mantenido recientemente en este periódico entre el ex mandatario del PP navarro Jaime Ignacio del Burgo y el candidato de Uharte por GBai Josean Beloqui, entreveo un cambio de cromos identitario entre lo que este último llama las posturas “fueristas” y “reintegracionistas”.
Es cierto, como asevera Del Burgo, que el uso del eslogan “Navarra no se toca” puede resultar chocante para quienes deseaban la integración del Reyno en el proyecto euzkadiano, al que Del Burgo siempre se ha opuesto, pero no lo es menos que la derecha navarra se presente a todas las elecciones de mano de quienes ya no solo ponen en duda la adquisición de nuevas competencias –algo que pidió la UCD capitaneada por Del Burgo en el 77–, sino que además ponen en cuestión el régimen foral paccionado desde 1841, lo único que une por base a todos los partidos de Navarra salvo los (por ello) testimoniales Ciudadanos y Vox. Lo que más asombra para quienes nos dedicamos a la comunicación es ver, eso sí, que los mismos símbolos que utilizaba la UCD local en las primeras elecciones democráticas –el monumento a los fueros y la cita de los Infanzones de Obanos– los usen 40 años más tarde los nacionalistas vascos, que ahora a penas utilizan la ikurriña en campaña.
Estamos pues, si se me permite, ante un escenario en que el nacionalismo vasco proclama como primer valor a ‘Nafarroa’ como una comunidad diferenciada y federalizada en España/Europa, junta con Euskadi pero no revuelta, cuya base de la unión no es (solo) el euskera, sino la jurisdicción centenaria y el pasado de Navarra. Esto es algo muy positivo y transversal, garantía de gobiernos estables si la derecha combativa (y ahora poco fuerista) desea estrechar la mano, construyendo sobre una base común y una legalidad estable que no conviene dinamitar.
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Al hilo del rifi-rafe mantenido recientemente en este periódico entre el ex mandatario del PP navarro Jaime Ignacio del Burgo y el candidato de Uharte por GBai Josean Beloqui, entreveo un cambio de cromos identitario entre lo que este último llama las posturas “fueristas” y “reintegracionistas”.
Es cierto, como asevera Del Burgo, que el uso del eslogan “Navarra no se toca” puede resultar chocante para quienes deseaban la integración del Reyno en el proyecto euzkadiano, al que Del Burgo siempre se ha opuesto, pero no lo es menos que la derecha navarra se presente a todas las elecciones de mano de quienes ya no solo ponen en duda la adquisición de nuevas competencias –algo que pidió la UCD capitaneada por Del Burgo en el 77–, sino que además ponen en cuestión el régimen foral paccionado desde 1841, lo único que une por base a todos los partidos de Navarra salvo los (por ello) testimoniales Ciudadanos y Vox. Lo que más asombra para quienes nos dedicamos a la comunicación es ver, eso sí, que los mismos símbolos que utilizaba la UCD local en las primeras elecciones democráticas –el monumento a los fueros y la cita de los Infanzones de Obanos– los usen 40 años más tarde los nacionalistas vascos, que ahora a penas utilizan la ikurriña en campaña.
Estamos pues, si se me permite, ante un escenario en que el nacionalismo vasco proclama como primer valor a ‘Nafarroa’ como una comunidad diferenciada y federalizada en España/Europa, junta con Euskadi pero no revuelta, cuya base de la unión no es (solo) el euskera, sino la jurisdicción centenaria y el pasado de Navarra. Esto es algo muy positivo y transversal, garantía de gobiernos estables si la derecha combativa (y ahora poco fuerista) desea estrechar la mano, construyendo sobre una base común y una legalidad estable que no conviene dinamitar.
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