Texto publicado en el Diario de Navarra (27.V.2019)
Leer en medio original
Como ya escribía en este mismo diario hace un mes escaso, Navarra se encuentra ante un escenario de gobernabilidad interesante, donde la llave la tiene, como entonces decía, el PSN. La opciones, no muchas: o un gobierno en minoría de socialistas con Geroa Bai, abocado a los pactos puntuales con EH Bildu, o facilitar la investidura de Esparza, a quien como buen estratega, la coalición Navarra Suma (Na+) le ha salido bien (así lo preví hace también un mes en este diario).
En realidad, Navarra no ha cambiado prácticamente nada en estos cuatro años. El vasquismo y nacionalismo siguen teniendo el mismo número de escaños: nueve para GBai, y ocho para Bildu. Por otra parte, UPN suma los mismos que entonces, 16, junto con dos del PP, y uno más venido del voto disperso de Ciudadanos y abstencionistas (en total, los 19 de Na+). La ingente crecida del socialismo local se explica por un derrumbamiento de Podemos (que ya no era tal, sino un siamés de dos facciones en guerra) y la huída de su voto a una alternativa sólida de izquierdas, alimentada con la buena figura de Sánchez. Si el PSN tenía siete asientos hace cuatro años, ahora recibe otros cuatro de aquéllos, que se quedan en dos. No se debe olvidar que parte de la afiliación del partido morado en Navarra venía del PSN, Ainhoa Aznárez entre otros. Todo cuadra.
Las alternativas actuales de Chivite no son muchas, pues de erigirse presidenta deberá pactar necesariamente con Bildu, cosa que desde Ferraz ya le han denegado. Con GBai y lo que queda de Podemos, no dan las cifras. No le queda pues mucho más que otorgar un “laisez faire” Esparza, quien debería reinar en solitario y entenderse puntualmente con socialistas o vasquistas. Eso, si no se daña demasiado la imagen de izquierdas que Sánchez quiere dar en España, por lo que probablemente, la corona se se le facilitará con una discreta abstención, como ya se hizo con Barcina y anteriores.
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Como ya escribía en este mismo diario hace un mes escaso, Navarra se encuentra ante un escenario de gobernabilidad interesante, donde la llave la tiene, como entonces decía, el PSN. La opciones, no muchas: o un gobierno en minoría de socialistas con Geroa Bai, abocado a los pactos puntuales con EH Bildu, o facilitar la investidura de Esparza, a quien como buen estratega, la coalición Navarra Suma (Na+) le ha salido bien (así lo preví hace también un mes en este diario).
En realidad, Navarra no ha cambiado prácticamente nada en estos cuatro años. El vasquismo y nacionalismo siguen teniendo el mismo número de escaños: nueve para GBai, y ocho para Bildu. Por otra parte, UPN suma los mismos que entonces, 16, junto con dos del PP, y uno más venido del voto disperso de Ciudadanos y abstencionistas (en total, los 19 de Na+). La ingente crecida del socialismo local se explica por un derrumbamiento de Podemos (que ya no era tal, sino un siamés de dos facciones en guerra) y la huída de su voto a una alternativa sólida de izquierdas, alimentada con la buena figura de Sánchez. Si el PSN tenía siete asientos hace cuatro años, ahora recibe otros cuatro de aquéllos, que se quedan en dos. No se debe olvidar que parte de la afiliación del partido morado en Navarra venía del PSN, Ainhoa Aznárez entre otros. Todo cuadra.
Las alternativas actuales de Chivite no son muchas, pues de erigirse presidenta deberá pactar necesariamente con Bildu, cosa que desde Ferraz ya le han denegado. Con GBai y lo que queda de Podemos, no dan las cifras. No le queda pues mucho más que otorgar un “laisez faire” Esparza, quien debería reinar en solitario y entenderse puntualmente con socialistas o vasquistas. Eso, si no se daña demasiado la imagen de izquierdas que Sánchez quiere dar en España, por lo que probablemente, la corona se se le facilitará con una discreta abstención, como ya se hizo con Barcina y anteriores.
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